LAS PRIMERAS PROSAS GAUCHESCAS

marzo 31, 2010 in FOLKLORE | Comments (0)

or Olga Fernández Latour de Botas

Autoridades de las Academias rioplatenses de la lengua.
Colegas. Amigos.
Permítanme ofrecer esta ponencia como homenaje
– a dos ilustres montevideanos: Bartolomé Hidalgo, benemérito patriota rioplatense, iniciador de la poesía gauchesca y Fernando Octavio Assunçao, que presidió el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay hasta su muerte, el 3 de mayo de 2006;
– y a dos eminentes argentinos: el tucumano Ricardo Rojas y el catamarqueño Juan Alfonso Carrizo, hermanados sin duda en la eternidad, a 50 años de sus fallecimientos.

La poesía llamada “gauchesca” constituye una peculiaridad expresiva que encontró su mejor explicación en las no siempre recordadas palabras de Jorge Luis Borges (1960) :

La poesía gauchesca, desde Bartolomé Hidalgo hasta José Hernández, se funda en una convención que casi no lo es a fuerza de ser espontánea. Presupone un cantor gaucho, un cantor que, a diferencia de los payadores genuinos, maneja deliberadamente el lenguaje oral de los gauchos y aprovecha los rasgos diferenciales de este lenguaje, opuesto al urbano. Haber descubierto esta convención es el mérito capital de Bartolomé Hidalgo, un mérito que vivirá más que las estrofas redactadas por él y que hizo posible la obra ulterior de Ascasubi, de Estanislao del Campo, de Hernández.

Tras la lectura de texto tan iluminador no queda clara, sin embargo –porque el autor allí no la plantea-, la cuestión de en qué categoría taxonómica podría encuadrarse la poesía gauchesca, que, para mí, no llega a caracterizarse satisfactoriamente, por ejemplo, con la divulgada calificación como “género”. Recientemente ( 2001 ) Pedro Luis Barcia propuso un encuadre taxonómico acorde con tendencias muy aceptadas en la actualidad en variados campos de la actividad intelectual: la teoría sistémica. Nos habla el riguroso crítico de “sistema gauchesco” y entiendo que con ello ayuda a dar un marco adecuado para la comprensión de la génesis de la poesía gauchesca y de su devenir.
Siguiendo a Borges y a Barcia, aceptamos, pues, que el “sistema gauchesco” fue generado por poetas de formación urbana que supieron reconocer y hacer suya la lengua que, por mi parte, caracterizo como de “isofonía” rústica rioplatense. Y no me cansaré de repetir – ya que decirlo lo han dicho los más ilustres estudiosos de la literatura que tuvieron una mirada antropológica sobre este problema – que es imprescindible no confundir lo “gaucho”, es decir lo ínsito y característico de la cultura (espiritual, social y material) del tipo humano rural criollo rioplatense, con lo “gauchesco” o sea lo elaborado por creadores de cultura urbana inspirados afanosamente en aquella “despreocupada” autenticidad . En el plano de la literatura tales creadores fueron escritores – en su mayoría poetas- que optaron por utilizar un lenguaje que, en la lectura, sonara como propio del habla del jinete ganadero de las pampas y de las cuchillas, para tratar temas y presentar personajes extraídos de un mundo real, del cual eran contemporáneos.
Juan Alfonso Carrizo (1895-1957), el máximo recopilador y estudioso del folklore poético de Hispanoamérica, tras observar las manifestaciones de “rustiqueces pastoriles” que afloran en la historia de las literaturas Iberoamericanas, llegó a las mismas conclusiones que Borges pero no por el camino de la intuición cultivada en el humus de la sabiduría erudita, como lo hizo el autor de El Aleph, sino por el arduo sendero de la búsqueda y el hallazgo de la auténtica poesía popular, tradicional y de transmisión oral por medio del canto que, utilizando la propuesta taxonómica de Augusto Raúl Cortazar, reconocemos como el “folklore poético” de los diversos pueblos. No he de insistir aquí (ya que lo he expuesto en trabajos anteriores) en las sugestivas coincidencias cronológicas de Borges y Carrizo que señalan al año 1926 como aquel en que maduraron las primicias de sus respectivas e independientes reflexiones sobre el tema de la poesía y especialmente del lenguaje gauchesco. La meta de esta comunicación es otra: presentar por primera vez en un encuentro de hispanistas dos hallazgos que me pertenecen.
El primero es una cuestión histórica y geográfica de importancia para despejar incógnitas que han dado lugar a innumerables capítulos de libros publicados en ambas Bandas del Plata y de los cuales España y otras comarcas del mundo han recogido confusos ecos. Se trata de la génesis de la literatura gauchesca cuyas primeras obras se manifestaron en versos patrióticos y políticos.
La poesía gauchesca originaria- es decir aquella en la cual aparecen por primera vez como protagonistas gauchos nombrados así por su autor y en la que dichos gauchos se expresan, cantando, con un discurso de isofonía rústica rioplatense que lingüísticamente, los caracteriza-, es de ambiente porteño, si entendemos por tal el ámbito de toda la provincia de Buenos Aires hasta 1880. Su “Homero”, como tan bien lo dijo Bartolomé Mitre en carta a José Hernández (1872) , fue Bartolomé Hidalgo, poeta y patriota rioplatense nacido en Montevideo en 1788 y muerto en Morón, Buenos Aires, en 1822. Y Homero fue, porque como el mítico bardo griego, plasmó en obras concretas, con estructuras definidas, lo que estaba en el aire, en el agua, en la historia, en la creencia, en la costumbre cotidiana de la existencia real de su gente.
Mi primera afirmación concreta es, por lo tanto, que la literatura gauchesca, nació en Buenos Aires, en 1818, con el Cielito patriótico que compuso un gaucho para cantar la acción de Maipú, impreso en hoja anónima pero atribuido a Bartolomé Hidalgo, sin dudas, por todos los críticos. Surgió, pues, bajo la especie poética del Cielito, una forma de la “lírica aplicada” en función coreográfica -según la clasificación de Carlos Vega- que, por medio de cuartetas octosilábicas romanceadas y de característicos estribillos, configura la letra apropiada para cantarse con la música criolla de esa arraigada adaptación rioplatense de las contradanzas europeas. Cielitos amatorios, políticos y patrióticos los había habido antes en Buenos Aires, en Montevideo y también en Potosí – llevados por el Ejército del Norte-, pero lo que aquí aparece por primera vez en la ficción literaria es la voz del gaucho cantor y compositor, que se presume repentista.
No he de abundar en referencias sobre lo que aconteció después con el personaje que allí comienza a dibujarse y que más tarde aparecerá en plenitud como el porteño Ramón Contreras, un gaucho de la Guardia del Monte, cuyos diálogos patrióticos con otro gaucho porteño – Jacinto Chano, capataz de una estancia en las islas del Tordillo (hoy pago de Dolores)- marcan un jalón imborrable en la literatura rioplatense. Ya lo he hecho en trabajos anteriores. Mi propósito segundo y último, en esta ponencia, es llegar al tema de las primeras prosas gauchescas.
Poco se ha dicho sobre el tema, y la bibliografía, muchas veces bastardeada por páginas de Internet a las cuales acuden nuestros alumnos universitarios, parte generalmente de autores uruguayos o argentinos de la segunda mitad del siglo XIX, cuando no confunde obras costumbristas (descriptivas a la manera de Mesonero Romanos) o nativistas (sobre temas rústicos pero en lengua de norma culta, según Bruno Jacovella), con páginas en prosa escritas en lenguaje gauchesco como las que, desde 1968, he estado dando a conocer en trabajos hoy manipulados como “del dominio público” por la “virtualidad” de tales citas.
Ha sido Bartolomé Hidalgo quien, con la nobleza que caracterizó siempre su breve y azarosa vida, dejó la pista más firme respecto de la lengua “gauchesca”. Lo hizo en su famoso descargo de las culpas que, con injusta saña, le había atribuido Fray Francisco de Paula Castañeda – el “padrecito de la santa furia”- en pugna por haberse hecho Hidalgo amigo de Pedro Feliciano Sáenz de Cavia y ser presunto colaborador de los periódicos, sumamente agresivos para con Castañeda, que Cavia publicaba. Algunos parágrafos de dicho texto de Hidalgo titulado El autor del “diálogo entre Jacinto Chano y Ramón Contreras” contesta a los cargos que se le hacen por “La Comentadora”, fechado en Buenos Aires, febrero 6 de 1821 y firmado con las iniciales B.H., son sumamente orientadores hacia nuestro fin.
Tras las líneas introductorias (1) Hidalgo reseña su trayectoria como patriota en las dos Bandas, Oriental y Occidental del Río de la Plata; luego encara el tema del Diálogo objeto de críticas (2) y, tras sabrosas consideraciones, llega a estas referencias precisas a nuestro tema:
Sé también que se hacen formales empeños para persuadir de la intervención que tengo en el periódico de D. Pedro Cavia titulado “Las Cuatro Cosas”, llegando a decirse que me da 20 pesos por mi trabajo: este es otro informe parecido a los anteriores; es una atroz calumnia, pues no solamente no escribo, ni esa es mi ocupación, ni Cavia necesita de mi triste pluma, sino que yo he sido uno de los pocos que concurrieron a decirle que si escribía procurase absolutamente no mezclarse en cuestiones que lo llevasen a una guerra personal, porque así se desatendería por ambas partes el asunto principal: ni el idioma de los paisanos, que poco tiene que saber, es reservado a mis conocimientos: lo sabe Cavia, lo saben muchos que pudiera citar, y desde ahora desmiento públicamente a cualquiera que así lo haya asegurado, pues si fuese cierto tendría bastante carácter para confesarlo, como lo he tenido para decir que el diálogo es obra mía, mala o buena.

Pues bien, es precisamente en el citado periódico de Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, político y periodista nacido en Buenos Aires en 1776, donde aparecen ante nosotros las primeras prosas gauchescas. Estoy preparando la edición facsimilar crítica de ese periódico por lo que no he de transcribir aquí mucho más de lo ya destacado en mi artículo aparecido en el Suplemento Literario de La Nación del 6 de mayo de 1979 bajo el título, algo desconcertante, de Origen del Chamamé.
En el Prospecto de Las cuatro cosas, así como en el segundo de los parágrafos del descargo de Hidalgo que he transcripto, se observa una familiaridad presupuesta en el lector con el uso apropiado por estos escritores citadinos del “idioma de los paisanos del campo”. Ya hemos leído a Hidalgo y vayamos ahora a Cavia: a las primeras muestras de la alternancia que usa en cuanto a normas lingüísticas y a la plena conciencia que tiene sobre ello y que desea compartir con lectores ya alertados, para asegurarse una total eficacia en el proceso emisión-recepción de sus mensajes. Allí aflora, parece que por primera vez, la mención de un “estilo gaucho”, unido el concepto de “jocoso” que ayudaría a concordar con Sarmiento la etimología de la voz “gauderio”:“mozo alegre”. (3)
Tras los enunciados del Prospecto, las páginas de Cavia en Las cuatro cosas o El antifanático: el amigo de la ilustración, cuya hija primogénita es la tolerancia: el glosador de los papeles públicos internos y externos; y el defensor del crédito de Buenos Aires y demás provincias hermanas – tal era el título completo del periódico, acorde con los de sus papeles rivales que redactaba el padre Castañeda – se despliegan plenas de violencia y originalidad. Constituyen el más acabado ejercicio del estilo plural de una Gran Aldea como Buenos Aires que estaba tan influida por el puerto importador de modas – y de léxicos de la marinería- como por la campaña interior que afloraba permanentemente con la voz del gaucho, el jinete ganadero de la pampa y de las cuchillas.
Con sólo dos fragmentos puedo finalizar aquí esta presentación pública de lo que considero las muestras iniciales de la prosa gauchesca. En primer lugar propongo un segmento del “Diálogo entre Cuatro cosas y el doctor” con que se inicia el 5º y último número del periódico el 3 de marzo de 1821, en el cual se introduce el “diálogo” entre un rústico y un letrado, ambos bastante afectos a los códigos populares del lenguaje, y donde el primero no escatima menciones a su tropilla entablada de tordillos negros, a sus pangarés, a su yegua madrina cebruna vieja, al entero rabicano pasado de compostura y a otros elementos lexicalizados y paremiológicos propios de la cultura del gaucho rioplatense. (4).
Y como último ejemplo de lo que considero las primeras prosas gauchescas, traigo uno de los párrafos del número 4 del periódico de Cavia, aparecido el sábado 17 de febrero de 1821, que ya he transcripto en mi citado artículo de 1979, y donde se acentúa la necesidad de indagar en los préstamos recibidos por la lengua del gaucho del lenguaje de la marinería, tema, por lo demás, ya tratado magistralmente por nuestra inolvidable profesora la doctora Berta Elena Vidal de Battini.
Vayan aquí, comentados, los prometidos fragmentos de: Continúa la chacota de Cuatro cosas que quedó suspendida en el número 2 hasta mejor ocasión.
La primera oración “Eche arrayán, mi P. Fr. Francisco y siga la taba” ha merecido una nota de pie de página en la que Cavia dice, con un amistoso desafío al saber gauchesco de Bartolomé Hidalgo:
Creo que ni el mismo señor Chano ha de saber esta frase: Cuando los paisanos están por el campo en la cocina de jarana, y la conversación es interesante al gusto de ellos, dicen esas expresiones, que significan el que se atiza el fuego echándole un poco de leña y que siga la broma.

Esa consideración hacia el receptor que pudiera ignorar las expresiones rústicas, resulta digna de ser destacada contrastivamente respecto de otras – como por ejemplo “bailar un chamamé”- que, en aquel año de 1821, no se estimó necesario explicar a los lectores de la capital porteña. Salteando párrafos de nutrido interés en esta “chacota de Cuatro cosas” se llega a los siguientes que atrajeron nuestra curiosidad inicial:

No se asuste ni ande desconfiando de su alzada, porque todas son unas pataratas las que dicen de S.R., y hay tantos paisanos malos como V.P. no ignora, que le sacarán al diablo por ponerle a S. R., nadita más que por vengarse de que V.P. los haya putiado y chacuaqueado tantas veces. /…/.
/…/ Dicen que siendo guardian de la Recoleta el R.P. Fr. Manuel Aparcero, hoy finado, le insultó también V.P. de palabra y obra, pues cuando a V. P. se le sube la mostaza arriba, dicen que no queda en el convento títere con cabeza, que a todos los mete en un cuerno, y los tapa con otro, /…/ .
/…/ Y porque diablos, siendo tan hombre mi pai Francisco, ¿no tiró S.P. por la carrera de las armas? ¡Qué arrogante soldado de brigada hubiera V.P. hecho en la real marina española! ¡Que se viniesen entonces a V.R. con agachadas los contramaestres, guardianes, maestres de víveres, calafates, y demás guapetones del rancho de proa. Ya me parece que lo veo destripando a unos, cruzándoles a otros la cara, bailando un chamamé encima de la cabeza de alguno, y echando sobre aquellas cubiertas de Dios por esa boquita que debía estar engarzada (mas que sea en plomo derretido, digo si no le incomoda a V.P.) mas serpientes, culebras y sapos que los que hay por esos chircales del mundo. (Esto ha sido entre paréntesis, mi P. y perdone el renpujon.).

Tal el contexto en que se muestra, por primera vez, al parecer, en nuestros testimonios escritos, la voz “chamamé” con referencia a un tipo de baile: interesante tema sobre el que no corresponde que entremos, ahora, en más consideraciones.
Estas y otras páginas de Las Cuatro cosas, confesamente redactadas en estilo gaucho por Pedro Feliciano Sáenz de Cavia en 1821 son, hasta que no pueda hallarse algún testimonio anterior que nos desmienta, las primeras prosas gauchescas impresas conocidas.

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RESUMEN:
La poesía gauchesca nació en Buenos Aires en 1818 a partir del Cielito patriótico que compuso un gaucho para cantar la acción de Maipú, atribuido unánimemente por la crítica a Bartolomé Hidalgo ( Montevideo, 1788. Morón, Buenos Aires, 1822).
Coetáneamente se desarrollaba en Buenos Aires una producción periodística de enfrentados colores ideológicos – aunque de compartido patriotismo- que tuvo por protagonistas, entre otros, a Fray Francisco de Paula Castañeda y a su adversario Pedro Feliciano Sáenz de Cavia. En los periódicos dirigidos y escritos por este último, particularmente en Las cuatro cosas /…/ , encontramos las primeras prosas gauchescas rioplatenses.

Palabras claves.
Lo gaucho y lo gauchesco. Bartolomé Hidalgo. Buenos Aires. La poesía gauchesca. Las primeras prosas gauchescas.

NOTAS
(1) “ Si algunos siniestros informes no precedieron a la publicación del diálogo patriótico entre Jacinto Chano y Ramón Contreras no sé entonces qué causa haya dado mérito a la contestación que hace La Comentadora. Seguramente que si autor ha sido mal informado, y para darle una prueba de esta verdad haré algunas explicaciones bastantes a instruirle de mi patriotismo y honradez, y a que acaso él mismo se persuada que no conteniendo el diálogo sino verdades desnudas, y un cuadro de nuestros padecimientos, es por consiguiente un paso violentísimo querer sujetarlo a casos determinados, y épocas precisas /…/”

(2) Comienza diciendo:
“/…/ Pasemos al diálogo.
Antes de escribir estos renglones yo he reclamado de la ilustración de personas del mejor respeto un prudente fallo sobre el todo, o parte de aquel documento, y si no he sido engañado merecí satisfacciones que no esperaba. En su formación no me propuse otra cosa que divertir a los patriotas, y hablar en su idioma a los paisanos del campo como en otras ocasiones; escribí con ideas generales, pinté nuestros padecimientos, y reclamé el imperio de la ley /…/.”

(3) Veamos estos párrafos como mínimos ejemplos:
“/…/La defensa del país vilipendiado hasta un extremo por personas que debieran hacerle honor y darle crédito, no puede dejar de ser recibida con benevolencia. Al efectos se compararán los desaciertos en que hemos incurrido durante la revolución, con los que han cometido otras naciones en iguales períodos, y se convencerá el público que el cotejo no debe avergonzarnos.
Todo esto contribuirá a ilustrarnos, y rectificar nuestras ideas, que es otro de los objetos de este papel. Habrá poco método en las materias, y todo dependerá de las circunstancias, y del modo como caigan las pesas. Algunas veces se desplegará caracter austero y circunspecto: otras se hará uso del estilo jocoso y gaucho: no pocas se jugará el arma del ridículo; y también algunas rerum vices, (como decía la monja) se apelará a lo chocarrero, y nos pondremos de vuelta y media con nuestros amigos, tratándonos a la marinera, o a la moda de los frailes que llegan a ser soeces, impávidos y bagabundos.” /Hay una nota al pie/.

(4) “Doctor: ¿Con que ha tenido V. estos días su buena cerotipia? Vaya amigo Cuatro que había sido V. muy gallina; pero no lo extraño en verdad, porque el que no está hecho a bragas…
Cuatro cosas. Patron, le prevengo que no estoy para chanzas, y mucho mas con quien tiene la culpa de que yo haya vendido mi tropilla entablada de tordillos negros, mis mansas, y mi majadita. No soy gallina como V. me refriega, sino macho y tan macho como el entero rabicano que solía andar pasado de compostura cuando perdía de vista la manada de mis pangarés, en que servía de madrina la cebruna vieja. Pero una cosa es ser el mozo de aliento para sentársele a un redomón, y tirarme cuatro al frente con cualquiera gaucho roncador, y otra el estar aquí en el pueblo como abestruz contra el cerco, esperando a cada instante que me destierren para Patagónicas, la sierra del Tandil, o la laguna de Kaquelhuincul. /…/.”

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